El delirio es un trastorno frecuente y grave en pacientes críticos, caracterizado por cambios agudos en el estado mental que incluyen falta de atención, desorientación y alteración de los niveles de conciencia (1). La prevalencia oscila entre el 20 % y el 81% (2-5). A pesar de la escasa evidencia sobre su eficacia, a menudo se utilizan intervenciones farmacológicas para tratar el delirio. Los enfoques no farmacológicos desempeñan un papel crucial en el cuidado de estos pacientes, por lo que analizaremos esta opción más a fondo en esta entrada del blog.
El delirio en pacientes críticos es un trastorno multifactorial que puede estar causado por una combinación de factores, tales como afecciones médicas subyacentes, medicación, privación del sueño, sobrecarga sensorial y factores ambientales (6). Por ello, es esencial reconocer y abordar estos factores contribuyentes para gestionar eficazmente el delirio y mejorar los resultados de los pacientes. El delirio también se asocia a resultados negativos, como mayor mortalidad, deterioro cognitivo y funcional, mayor estancia en la UCI y en el hospital, mayor duración de la ventilación mecánica, menor calidad de vida y mayores costes sanitarios (7-9).
Las intervenciones no farmacológicas son esenciales en el tratamiento del delirio, ya que abordan las causas subyacentes y los factores de riesgo. Estas intervenciones pueden ayudar a reducir la incidencia y la duración del delirio, mejorar la comodidad y la seguridad del paciente y favorecer la recuperación general.
La guía de práctica clínica sobre prevención y manejo del dolor, agitación, delirio, inmovilidad y sueño (PADIS) de la Sociedad de Medicina de Cuidados Críticos (SCCM) de 2018 (10) proporciona recomendaciones para los pacientes en estado crítico con el fin de mejorar los resultados de los pacientes:
Tratamiento del dolor: Se recomienda utilizar una herramienta validada de evaluación del dolor y analgesia multimodal para tratar el dolor en pacientes críticos.
Manejo de la agitación/sedación: Se recomiendan protocolos de sedación y sedación dirigida para garantizar la comodidad del paciente al tiempo que se minimizan los efectos adversos relacionados con la sedación. Esto puede conseguirse controlando la profundidad de la sedación con herramientas como el RASS y procurando una sedación ligera siempre que sea posible (11).
Manejo del delirio: Se recomiendan intervenciones no farmacológicas, como la movilización precoz, la orientación y la promoción del sueño, junto con una evaluación periódica mediante herramientas validadas.
Inmovilización: Se recomienda priorizar la movilización precoz y la fisioterapia para prevenir la debilidad muscular, el deterioro funcional y otras complicaciones.
Gestión del sueño: Se recomiendan estrategias para promover un entorno de sueño reparador en la UCI, como minimizar el ruido y la luz, mantener un ciclo de sueño-vigilia coherente y abordar los factores que contribuyen a la interrupción del sueño.
La práctica habitual consiste en actualizar estas directrices cada 5 años o cuando aparecen nuevos datos importantes, por lo que es probable que se publique una versión revisada de forma inminente.
La combinación de algunos de estos elementos ha demostrado tener múltiples beneficios para los pacientes de la UCI en cuanto a la reducción de los días de ventilación, el uso de sujeciones físicas, el reingreso en la UCI, el delirio y la probabilidad de ser dados de alta a centros de convalecencia (19-21).
La musicoterapia ha demostrado beneficios en la reducción del dolor, el tratamiento del delirio y el bienestar psicológico (22). En los diarios de la UCI, existen pruebas contradictorias: un metaanálisis de 2019 muestra una reducción de la ansiedad y la depresión, pero ningún impacto sobre el TEPT, lo que subraya la necesidad de ensayos más amplios (23, 24). Aunque la realidad virtual y aumentada en la UCI resulta prometedora para el tratamiento del delirio, los estudios actuales se basan principalmente en casos. Los resultados iniciales sugieren viabilidad, beneficios para la formación del personal y reducción del estrés (25). Una revisión del alcance realizada por el equipo de Tim Walsh en Edimburgo puso de relieve una relación entre los niveles más altos de resiliencia en los supervivientes de la UCI y la disminución de la depresión, la ansiedad y el dolor, por lo que el fomento de la resiliencia puede ofrecer una nueva y prometedora área de investigación (26). Asimismo, se recomiendan otras estrategias como el apoyo de organizaciones (ICUsteps, por ejemplo) y métodos alternativos como las respiraciones profundas y el mindfulness.
Enfermera general registrada, licenciada en Ciencias de la Salud con honores y doctorado, profesora adjunta de enfermería general en Dublin City University
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